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ALIMENTACIÓN – Hambre fisiológica vs hambre emocional

¿Qué es?
El hambre se define en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española bajo tres descripciones:

  1. Gana y necesidad de comer.
  2. Escasez de alimentos básicos, que causa carestía y miseria generalizada.
  3. Apetito o deseo ardiente de algo.
    De todas ellas, la segunda es la que mejor hace referencia al hambre fisiológica, pues es la sensación provocada por la falta de alimento para
    realizar nuestras funciones fisiológicas, para desarrollar la nutrición humana, que aparece tras cierto periodo de ayuno o sin ingerir alimento. Y la
    primera y la tercera acepción, se pueden asociar –especialmente en nuestro contexto de abundancia– al hambre emocional.

¿Cómo identificarla?
El hambre fisiológica aparece normalmente a partir de las seis u ocho horas o más sin ingerir alimentos. Y se caracteriza por un vaciado gástrico
y un aumento del apetito que no está orientado hacia ningún alimento en especial. Es el hambre pura y dura, la concepción de hambre tradicional,
el hambre fisiológica.

¿Qué es el hambre emocional?
En nuestro entorno de abundancia de alimentos, y especialmente de alimentos ultraprocesados e insanos, ha aparecido un nuevo concepto de
hambre que hemos denominado “hambre emocional”, y que no corresponde con el concepto tradicional de hambre, sino que es un hambre
caprichosa, orientada hacia un determinado tipo de alimentos superfluos (tales como chocolate, helados, patatas fritas) y que se asocia a algún
tipo de emoción relacionada al consumo del alimento, como la felicidad (pensad en los anuncios de coca-cola), la satisfacción o el placer (pensad
en la publicidad del chocolate), o incluso en emociones o sentimientos de superioridad, como el que se podrían asociar a determinados alimentos
que falazmente se han asociado con poder o prestigio, como un chuletón.


Diferencias entre hambre fisiológica y hambre emocional
La principal diferencia entre ambos conceptos, es que el hambre fisiológica no hace distinción entre el tipo de alimentos, es más, cuando tenemos
hambre fisiológica, consciente e inconscientemente tendemos a buscar alimentos más interesantes nutricionalmente, aunque en ausencia de
elección, cualquier alimento con energía nos vale para cubrir nuestras necesidades de nutrición.


En cambio, el hambre emocional, como comentábamos, sí que tiene preferencia por alimentos dulces, calóricos, salados y concretos:
ultraprocesados y alimentos sabrosos, grasientos y energéticos. Caprichos superfluos normalmente que hemos asociado con alguna emoción
positiva, y utilizamos como premio a determinada conducta, o simplemente para satisfacer nuestra necesidad hedónica o de disfrute
gastronómico.


Cómo diferenciarla del hambre fisiológica
La principal estrategia para discernir si nos encontramos ante hambre emocional, es identificar si tenemos “necesidad” de ese alimento
ultraprocesado, dulce, o salado concreto, o no. ¿Te apetece un helado de chocolate solamente (u otro ultraprocesado concreto), o te valdrían unas
legumbres con verduras u otro alimento saludable?

Si hace menos de cuatro o cinco horas desde la última ingesta, es muy posible que nuestra hambre corresponda a hambre emocional y no
fisiológica.


Estrategias para minimizar el impacto en la salud del hambre emocional
Hay varias estrategias que nos pueden ayudar a minimizar el impacto del hambre emocional: no comprar alimentos ultraprocesdos o insanos, o
aquellos que son detonantes del hambre emocional; no tenerlos a mano; realizar una buena planificación dietética para minimizar los periodos de
ayuno y hambre; recurrir ante la duda y la aparición de hambre a alimentos y snacs saludables (fruta, frutos secos sin sal…); identificar el
detonante y porqué aparece en nuestro caso el hambre emocional…

Material de trabajo:

  • Cuaderno de bitácora: Apunta en el cuaderno de bitácora tus apuntes y conclusiones. ¿Qué es lo que puedes aprovechar de este vídeo para
    mejorar tu salud?