Para los divulgadores y profesionales comprometidos con la Salud, es complicado evitar la oportunidad que supone comenzar un nuevo año para hablar de propósitos saludables.
Aunque también es complicado hacerlo, y escribir sobre propósitos de año nuevo y Salud, sin caer en tópicos, o repetir hasta la saciedad lo dicho y redicho sobre hábitos saludables. Por lo que este 2022, queremos aproximarte hacia propósitos vegetarianos saludables; e intentaremos argumentar por qué es saludable reducir el consumo de carne, pescado, y en definitiva, los alimentos de origen animal.
Y queremos destacar la palabra reducir, porque es fundamental. No hablamos de restringir o prohibir, sino de reducir el consumo de carne. Y a lo largo de los últimos años, hay varios motivos sobre la mesa que nos pueden ayudar a terminar de convencernos.
Por sostenibilidad y respeto
Nos gustaría comenzar señalando que el consumo de carne y carnes procesadas en España, y en general en Europa y otros países del Norte global, es superior al recomendado, tanto por motivos de salud, como de sostenibilidad.
Reducir el consumo de carne a nivel individual entraría dentro de lo razonable y deseable, pues no podemos seguir manteniendo este consumo de animales: es insostenible en cuanto a recursos, uso de tierra y energía, y su impacto medioambiental (del que hablaremos más adelante) es brutal.
Tradicionalmente en nuestro entorno, el consumo de alimentos locales, frescos y sostenibles, como las frutas, las verduras y hortalizas, las legumbres, y la mismísima harina que daba forma a los panes que se cocían en el horno del pueblo, ha dado lugar a una dieta globalizada. Nuestra dieta en pocas décadas ha empeorado bastante cualitativamente, y paralelamente, ha aumentado el impacto ambiental.
Este cambio de dieta tradicional hacia una dieta occidentalizada es la mayor amenaza de impacto ambiental alimentario a la que nos enfrentamos. El consumo medio de ternera en China es de 4 kg, muy lejos de los más de 26 kg de Estados Unidos.
Aitor Sánchez. Tu dieta puede salvar el planeta (2021).
Por respeto a las generaciones venideras, deberíamos, al menos, considerar el impacto de nuestros actos alimentarios.
Por respeto, no hay necesidad de mantener un consumo tan elevado de alimentos de origen animal, cuando tenemos alternativas realmente saludables y nutritivas, como las legumbres; cuyo uso alimentario es mucho más respetuoso con el medio ambiente y los seres vivos.
Motivos de Salud
Sabemos que las carnes rojas y procesadas, como los embutidos, se relacionan con enfermedades como el cáncer de colon, la obesidad, la gota y la hiperuricemia, la hipertensión arterial, y otras patologías muy poco interesantes. Estas enfermedades son menos habituales en personas que mantienen una alimentación basada en plantas –y no necesariamente nos referimos a dietas vegetarianas, sino a dietas omnívoras con gran proporción de alimentos vegetales.
Hay evidencias tangibles de los beneficios de salud asociados a las dietas basadas en alimentos de origen vegetal, y cada día aparecen más en revistas especializadas en nutrición y alimentación, en libros y artículos divulgativos, etc., pero no son los únicos motivos para reducir el consumo de carne.
Motivos ecológicos y medioambientales
Preservar nuestro entorno, el lugar en el que vivimos, es fundamental para poder mantener un buen estado de salud. Los ecosistemas, y la dependencia biológica de todas las especies que compartimos cobijo bajo la troposfera, dependemos de los ecosistemas. Por lo que no podemos seguir maltratando, expoliando y contaminando nuestra casa, nuestros graneros, ni nuestras fuentes.
Sabemos que obtener un kilogramo de proteína animal es diez veces más costoso y contaminante que obtener un kilogramo de proteína vegetal. Pero no solamente por ecología y economía de recursos debemos poner el acento sobre el medioambiente, pues la preservación de la biodiversidad, es un seguro tan valioso, tan intrínsecamente valioso, que no podemos ponerle un valor económico, porque no lo tiene: no podemos valorar la pérdida –la extinción– de una especie en términos monetarios, ni su trabajo ecológico, ni siquiera los avances, descubrimientos y fármacos que nos pueden regalar, porque su valor, es ecológico. Es un valor natural y se tiene que medir en esos términos: en la riqueza y la biodiversidad existente, en preservar sus hábitats y permitir que sigan desarrollando sus ciclos naturales sin problemas, sin contaminación, ni limitaciones espaciales, sin más intromisiones humanas que las ineludibles.
No podemos permitir que la irracionalidad consumista nos aboque a un desastre. Ni podemos permitir que el modelo agroindustrial actual ponga en peligro nuestra salud. Pues las explotaciones intensivas a gran escala de animales (como las que predominan en la actualidad), además de suponer un foco de contaminación por purines y excrementos, por aumento de gases de efecto invernadero, y por pérdida de terreno forestal y silvestre, y requerir grandes cantidades de agua –que cada vez escasea más–, suponen un riesgo sanitario importante, como nos relata Rob Wallace.
A largo plazo, debemos acabar con la industria avícola tal como la conocemos. La gripe aviar surge ahora a través de una red globalizada de producción y comercio avícola empresarial, donde evolucionan primero cepas específicas. Debemos transferir gran parte de la producción a explotaciones más pequeñas de propiedad local. Los monocultivos genéticos de aves domésticas deben desviarse hacia viejas variedades tradicionales, como cortafuegos inmunitarios. Las aves migratorias, que constituyen una fuente de cepas de gripe, deben dejar de depender de las tierras agrícolas donde infectan a las aves de corral. Para ello, hay que restaurar los humedales de todo el mundo, hábitat natural de las aves silvestres.
Rob Wallace. Grandes Granjas, grandes gripes, Capitán Swing, Madrid (2020).
Por lo tanto, un motivo importante para contribuir de alguna manera con el medio ambiente, y minimizar el impacto del ser humano sobre el planeta y los seres vivos, es contribuir de alguna manera a disminuir el consumo de animales, y por lo tanto su sufrimiento y hacinamiento en campos de concentración y exterminio.
Motivos éticos: evitar el sufrimiento animal
La gente intenta, a veces con éxito, creer mentiras y medias verdades como racionalizaciones, como que los animales sufren una muerte rápida; que se crían para alimentarnos; que no sienten tanto como nosotros; o que necesitamos comer carne, entre otras muchas cosas. (…)
Otro método que usamos para evitar la confrontación con las partes o consecuencias incómodas de nuestro comportamiento son los llamados «dispositivos de distanciamiento», nos distanciamos de los animales que comemos y evitamos un acercamiento emocional con ellos. Ocultamos las granjas industriales y los mataderos. Desfiguramos a los animales para así explotarlos de manera más fácil, como nos cuenta James Serpell.
Tobías Leenaert. Hacia un futuro vegano (2018).
En palabra de Tobias Leenaert: “Quizá la manera más sencilla de cambiar el sistema sea que haya un gran número de personas reduzcan la cantidad de carne que consumen y se llegue al extremo en el que no haya subvenciones y los productos vegetales sean mucho más baratos, tengan una mayor calidad y sean más accesibles.”
Nuestra sociedad, la española, consume demasiados alimentos de origen animal, tanto por salud, como por sostenibilidad: lo que tiene unas consecuencias palpables y bastante graves; unas consecuencias derivadas de un irracional modelo de consumo.
Con este artículo no pretendemos crear ningún tipo de conflictos internos, ni problemas éticos en el seno de la consciencia individual; sino facilitar un cambio de hábitos hacia hábitos más saludables y sostenibles. Y evidentemente, acercarnos al vegetarianismo, es una gran estrategia: respetuosa con nosotros, respetuosa con el medio ambiente y respetuosa con los animales.
Esperamos que estas líneas sirvan de inspiración para considerar, o reconsiderar tus propósitos este año nuevo 2022.
Referencias
Aitor Sánchez. Tu dieta puede salvar el planeta. Planeta, Madrid, 2021.
Rob Wallace. Grandes Granjas, grandes gripes, Capitán Swing, Madrid, 2020.
Tobías Leenaert. Hacia un futuro vegano. Plaza y Valdés Editores, 2018.